10 de diciembre de 2011

entre el camino


  









A la que habita tras el viento.









 de un lado









1
El azul herrumbre extasiado
            me juega hasta la muerte
cada caracol submarino es una mina de vida
            aferrada a lo inerte
el viento sur con su mala pasada
            no me deja respirarte
tras la puerta de los niños eternos
            quedo como una hoja
silente como la aventura
            del calamar entre las piedras.




2
La vi pasar acorralada
            por el esplendor de un disfraz imaginado
a pesar de todo
            logré reconocerla
sus piernas no callaron
            aquella música de siempre.




3
Un trío de pálidas mujeres
            tras el sol escondía sus palabras
su carrocería de luz bullía
            a la distancia alejándose
un ciego apostó su brújula para guiarme
            por supuesto rehusé ligero esa propuesta
pues bastan mis pies que son videntes
            intuyen mejor el camino.




4
El azar se lleva sueños ecuestres
            mientras
el sol amarillento se resiste
            a morir entre las piedras
el río va a su alcance
            con gotas de mí entre sus dientes.




5
Mientras no le digan
será
cuando se lo digan
            solo tratará de serlo.




6
La mujer que quiero
tiene un ojo más sutil que otro
            digo
con una sola mirada
                                    mata en mí toda mi muerte
                                    toda mi vieja caverna.




7
Hay alguien tras de mí que soy yo mismo. Aquel que me despierta, silbando en los oídos cuando pudiera volver a dulce sima. No le agradecí como es debido. Pero sin su ayuda el trabajo solo hubiera sido la huella del agua en continuo laberinto.




8
Habitación en trémolo desbordante
sacerdocio fluvial compás de agua
pulgar condenado a no apuntar
            siempre
a ser solo acompañante.




 9
Ave espléndida
            loca a posarse
            en lo profundo de tu esencia
antes que el tráfico atrape
antes que esclavicen oclusiones
antes que partan rayos las palabras
antes que involucrarse en otras tantas
antes que la voz se pierda adormecida
            entre sombra de claxon o estulticia
el mar no sabe de lo propio
            no interesa saberlo
solo tu flor y tu fragancia
atropelan mi garganta.




10
Mundo exacto
            reloj acompasado al carnaval de tus caderas
quién sino el poeta
el que roba tela mágica
domina corpóreo horizonte
            eficaz más allá de la elocuencia
a cambio de eso
no solo de eso
                        te llevas mis átomos
                        la copia de mis huesos
                        el gotear de mis cabellos.




11
Un caimantiloperro quiere morder
            mis piernas
no lo logra
no le dejo
soy más fuerte
            una hoja al viento
una hoja de acero
            filudo
bullidor de pensamientos.






12
A ratos puedo ser
            el que trazó estas palabras
en otros momentos
            evasión de mil miradas 
insomne manecilla de reloj
adormilado en su sonata.




13
Ya no sé si molerte a besos
o a puntapiés
            acariciarte impunemente
tan al contrario estancia
            me amas en tu ausencia
            te olvidas de mí en tu presencia.




14
Si puedo imperar en tus provincias
por qué tu loca capital se me escapa.




15
Pretérito imperfecto
solo el holgar desesperado
embozando lo furtivo y lo violento
subsiste la mirada mientras se aleja.




16
Tenía los ojos llenos
            de cielo
eso era lo extraño
estaba lejos
muy lejos
nunca pudimos alcanzarlo.





17
Entre el camino y la muerte
una hora
un minuto
un kilométrico segundo
para ver la noche
                                   caer
    desde
    tus
    ojos
para ser desollado entre tus dientes
cada tarde
                 más allá de la tarde
la sombra de tu cuerpo
                 recrea el universo
naciente luz
dulce albedrío
descalzo con solo verte
¡caminar pudiera una palabra!




18
Aquí debería haber
música del agua entre las piedras
y no ruido de piedras entre el agua
nada surge como se piensa
la sorpresa acecha a cada instante
mejor así
            que repetir lo que está dicho
mejor la lluvia que el lodo
mejor la explosión
                               que
 los
      escombros.




 19
Todo el aparato termina en el desierto
de cierto seguro de ser cierto
            cierto
payaso de miércoles en martes
cabizcaído
no risa
negocio lento
ciudad sonora
arte facto
entraña de esclavitud sónica
al vino los mejores ungüentos
piel
para una piel adolorida
no sé en que momento he despertado que todo parece un sueño película supra in facta arte sin modelismos siguiente plano otro me  imita durmiendo en la vereda.




20          

Aún es tiempo para el encuentro justo
y tu aliento aún no se ha transformado en estatua.
Leopoldo Chariarse.

Te guardo el sudor exacto
lo más terso
dulces ganas sucias
ansia enmuñecida
            al no encuentro
para parir tu gloria
cada gota de mi trance
candente acero
a cero no es
es a los días sin revés
            y sin despojo
a ras del pie
a la altura de lo eterno
aunque los puentes desfallezcan
            entre cables y calaveras
aunque las casas se desnombren
            en quiméricas columnas.




21
Mi nombre de puñal para tu carne
mi nombre en suave beso.









de otro lado









22
Células para tu piel
átomos para tus labios.




23
Ganas de sueños en tus brazos
ganas de vivir entre tus manos.




24
Sueles atrapar la medianoche
            entre tus piernas
para el más puro sueño
            de los sentidos despiertos
para el renombrar de las cosas
            en cada encuentro
como esferas que nacen de tus dedos y evocan un futuro más tierno que un niño feliz en su reposo después de haber descubierto otro mundo como tu piel negada a otros ojos lo que es a mí la dulce elocución de todos tus átomos que incisivamente me arrastran a tu vereda remolino capaz de excomulgar todas mis ansias sin perder por ello tu temática el número en que se cifra tu reinado tan salvaje como la cercana lejanía que existe entre la noche y la infancia.




25
Rosa demencial bullente estrella encara­mada en arrecife esquizofrénico tan mortal como sueño eléctrico atravesando postes de luz que iluminan el firmamento al redoble de tambores vigorosos del modo que los pies no se detengan a pesar de temblores exclusivos en su esencia entre monedas de poco valor sentimental o cercos indomables que sin embargo permiten el paso del aire impaciente por verte en relojes de arena entusiasmada de la vida inolvidante de las frases enmarcadas en tus cejas como autopistas de lujo extraordinario como un caracol en la despensa de un frágil avión afortunado en el rumiar de vitaminas necesarias para evitar la dureza del suelo circundante a tu paso enarbolado en mi garganta.




26
El amor vive en cada esquina en cada rincón en cada cuesta del viento del suspiro a pesar de rústicos pies y estrambótico frío trayendo para ti lo triple lo doble lo indivisible lo entrañable al pie conversador que sigue en el camino abundante en gregarismo acaricia las flores nuevas es decir solo las que son flores no nacido en ninguna corriente perfecto para volar sobre la estancia de la noche escandalosa de ternura.




27
Desconcierto en los ojos glaucos al ver mi lengua explayarse en armoniosa piel tras las fronteras que el buril de la noche nos despeja al margen de todo los pies blancos aprenden aprehenden el nuevo abecedario escribiendo en tu calor todas mis señas el relámpago la lluvia en pleno grito prefiero el poco ruido todas tus nueces en mi lengua hijo de todas tus voces madre del hermoso silencio nutriéndose de aliento superar el vértigo asiéndome haciéndome a tu altura.      




28

Parto sin cesar a cada golpe para unirme a ti...

Cada vez que mi sueño se corporiza entre tus dientes de atardecer de verano ligado a constelaciones excéntricas como ese lenguaje creado en cada roce de la luna y de la lluvia y de lo azul y del silencio que sin embargo permite entendernos tan bien como piedra entre piedra árbol entre árbol cuaderno entre cuaderno como niños conociéndose en sus juegos compartiendo el mismo sudor el mismo suelo de pies alados halados por el viento de alegría que hace que el tiempo tenga más tiempo que se haga nuestro y poderlo vivir sin retenerlo como aves como peces como tu voz entre mi aliento.

...Y tú al final del camino de vidrio.
César Moro




29
            He venido a caer a ti desde tu pelo dulce abrasión del día llegando de a pocos como en caravana de zampoñas refulgentes sin embargo fui solo una parte la mitad que completaste con tu diáfana oscuridad más hermosa solo posible de ser hallada tras cruzar todos los puentes tras cruzar todos los cruces caminando a paso firme por tu avenida más caliente forjándome a tu modo a tu forma perceptible a la distancia del suspiro y del aliento.




30
Ser para ti desde todas las edades sobrepasando todos los cálculos fuera del influjo de planetas de sonoras estrellas más allá del despertar con toda la fuerza del sueño con todos los sentidos descubiertos como fruta como arcilla entre tus dedos mágicamente ilustrado en la sabiduría de tus nervios en el lugar en que la identidad se doblega en cada encuentro hablar en ti cuando me hablas encontrarte entre mis gestos aquello que nos une nos delata y nos lleva lejos del alcance de  los que odian el amor y nos protege en su acento.




31
            Hacer la revolución en cuerpos libres de ataduras de atavismos antes que se convierta en una palabra estúpida con la libertad que mana de la sangre y aunque muchos no quieran verlo riega el universo evitando así el surgimiento de discursos que nos distraigan de lo nuestro.




32
Ser honrado
qué escandaloso en estos tiempos         
sorprende la sorpresa de encontrarlo
ave en su vuelo a toda vela
            cuidando que el sol derrita la cera
nutriente aliento
a pesar de la callada amenaza del silencio
marca en el costado
solo tu firma
huella luminosa
rubiente estío
imposible de lo falso
habitante de relojes clandestinos
de segundos eternos
eternamente exclusivos
cómo explicar lo vivido si es mejor vivir
que detenerse a decirlo.




33
Los que hacen las cosas a ocultas
precisamente para que se sepan.




34
Para comenzar
un día tuyo para mí solo
un minuto no basta
por más que desborde de segundos.




35
Sol
demasiado blanco para ser verdad
demasiado frío para ser cierto
y sin embargo estás ahí
dormitando entre tus sábanas.




36
Dormir en tus ojos
despertar en tu aliento.




37
Al margen de todo margen
crecen flores blancas
de un pie de hermosura
de caminar tierno
a una distancia infinita
más allá
del tiempo.




38
Vestir la noche con cintas de tu aliento
más allá de la bulla nunca la mudez
aunque muchos pretendan presagio
solo lo sensible lo vivido es lo cierto.




39
Solo tu sonrisa puede caber entre mis dientes.




40
El mar a las nubes que regrese
            no interesa
pero queden rodillas para el juego
llévense el suelo
mas no quiten el caminar
y aunque ya nunca anochezca
quédese el soñar.




41
El amor si es un ángel
            es ángel insomne
vocablo carnal
            pronunciado con vehemencia
luz que se cuela por las rendijas
            aunque la pared no las tenga.




42
Escrita la flor
todos quieren arrancarla
mas se queda quieta
en todas sus letras.





2 de diciembre de 2011

NADA QUE HACER


Nada que hacer, tenía que ir de todos modos. Había pasado tanto tiempo, y si no es por este percance ni me acuerdo del viejo barrio. Y por qué me pasó a mí, no lo sé. Yo que me esfuerzo por trabajar, hago hasta más de lo debido con tal que me tengan en cuenta, para algún aumento o una chambita extra que me asegure unos soles más. Y sin embargo, ahí están Santiago y Oscar finteando, más dedicándose a fregarse el uno a otro que a trabajar. Y no les pasa nada, están la mar de chéveres, incluso se les ha dado por lo de la literatura, escriben cuentos en los que el personaje es el otro al que le achacan puros disparates. En fin, si por lo menos escribieran algo decente, pero no, se dedican a garrapatear carillas de carillas, en pleno trabajo y pasan piola.
            Y a este servidor, en merito a su constante esfuerzo y dedicación le vienen un día con la noticia que todos sus documentos se han perdido, y tiene que volver a entregarlos. Y claro, por más que expliqué que los entregué al jefe de personal, en su propia mano, cuando ingresé a trabajar, que eran los originales, que estaban todos en una carpeta, precisamente para que no se perdieran, ni vuelta que darle. Y encima me dan permiso a regañadientes, permiso que me cuesta ya que corre el descuento por día no laborado, todo por la ineficiencia de otros. En la redacciones de cualquier publicación le llaman duendecillos a las fallas que se producen durante la edición, no se sí llamar así a esta “fallita”, o repetir una y otra vez entre dientes las lisuras que sabiamente hemos educado.
            Y para conseguir los documentos tenía que emprender este viaje, al suburbio lejano de la niñez, todo se ha llenado de casas, algunas más bellas y jóvenes diría, otras parecen haber truncado su crecimiento y haber entrado en decadencia. Es como si las casas vivieran, alrededor del camino, de esta pista que no ha cambiado mucho. Han aumentado la cantidad de casas, incluso donde antes sólo era pampa, según recuerdo. Tengo que sacar los papeles del colegio, porque hasta eso piden ahora. Y váyase a saber quién fue el inepto que los perdió.
            Me había olvidado cuánto demoran estos viajes, un auto particular lo haría en pocos minutos, pero el transporte público, al menos el que llega por estos lares es de otra época. Debería haberme puesto otra ropa, tan acostumbrado estoy al terno, que al salir en la mañana me lo puse automáticamente. Pero ahora siento que me molesta, que resulta incómodo, y el polvo entra por las ventanillas y se impregna en todo, en el piso, en los asientos, en la ropa, en el cuerpo.
            Hora y media o más para llegar hasta el veinte, el paradero veinte quiero decir. Lo que era el colegio ahora es sólo una casona abandonada. Una señora pasa por el lugar, dice que pronto la van a demoler, pues por ahí pasará la nueva avenida, y que el nuevo local del colegio está cuadras más abajo y caminando unos minutos por donde me indica llego con facilidad. Me vuelvo hacia el viejo local. Y pensar que aquí pasé buena parte de mi vida, llegué niño, con mis cabellos rebeldes a la sección B del segundo grado, el techo era de esteras, con un plástico previo, por si llovía.

-       ¡Buenos días niños!
-       ¡Buenos días señorita!
-       Hoy empezamos un nuevo año escolar, ya están más grandecitos, ya saben como es el colegio. Ahora tienen nuevos compañeros a los que irán conociendo poco a poco.
-       ¡Sí,  señorita!
-       ¡Alguien quiere contar lo que hizo en sus vacaciones!


            Emprendo la marcha para sacar los documentos de marras, todo ha cambiado, ahora las aulas se parecen unas a otras, igual dimensión, las mismas ventanas, la misma puerta, no es como antes en que cada aula tenía sus particularidades, su propia dimensión y atmósfera. En las oficinas del colegio una señorita muy correcta y disciplinada me atiende, me señala el costo del trámite, el cual pago, tras ello me dice que mis certificados por estar entre los que corresponden a la mudanza (del local antiguo a éste) van a demorar entre siete a quince días, sin embargo van a hacer lo posible para tenerlos cuanto antes, en todo caso que deje un teléfono o envíe a alguien con la constancia de trámite que me entregan. Sólo queda agradecer y retirarme, esperando que lo nuevo del lugar se transforme en eficiencia. Quisiera ver el viejo colegio una vez más.
            En realidad se trataba de una vieja casona, de lo que había sido una hacienda, recuerdo haber ido a pasear con mi primo por las últimas chacras que aún quedaban, con sus molinos de viento, los maíces dorándose al sol y una ancha acequia partiendo la pampa en dos mitades, como fruta fresca, íbamos con hondas, pero no matábamos pajarillos sino que competíamos para saber quien disparaba más lejos o quien le daba a alguna piedra o árbol. Sin embargo, todo había sido transformado en casas, en urbanizaciones que borraban todo vestigio rural, el único rezago que quedaba era la vieja casona, que hacía un último y vano esfuerzo antes de caer a mano de combas y buldóceres. Miré a través de las ventanas ya sin lunas, la penumbra se confundía con mis recuerdos. A la hora de recreo en lo que alguna vez fue sala nos reuníamos todos para recibir el desayuno escolar, una vez llevé una taza muy bonita, pero por juguetón la rompí, pues era de loza, y por pretencioso terminé tomando la avena con leche en un vaso de plástico cualquiera.

-       ¡Niños, hagan su cola!
-       ¡No jueguen!
-       ¡Señorita, el Carlos se ha colado!
-       ¡Carlitos!
-       ¡Mentira señorita!

            El Carlitos era terrible en eso de colarse para recibir el desayuno, nunca quedaba último, y hasta repetía el bandido, qué habrá sido de él y de mis demás compañeros, apenas los evoco. A Carlos le recuerdo con más claridad porque se hizo mi pata desde que llegué al colegio. De repente me decía vamos a dibujar y agarraba cualquier cuaderno suyo que tuviera a mano y dibuja casas, aviones o animales, sin importarle que se entreveraran con las clases del colegio. Me ganaba en lo del cabello, si el mío era rebelde el suyo ya era un caso perdido, pues cada uno de sus cabellos a puntaba a direcciones diferentes, y sorbía sus mocos, creo que por eso algunos, y sobre todo algunas, no lo pasaban. A veces iba a su casa, recuerdo que tenía unos libros de religión que tenían unos dibujos fantásticos sobre el infierno, los cuales más que miedo provocaban fascinación.
            Si no fuera porque estoy entre viendo lo que es ahora y recordando lo que fue mi colegio diría que acabo de verle. Fue como una sombra, pero con la certeza que fue él. Pero, sé que no puede ser así, porque sea donde sea que estuviere ahora tendría mi edad y mi talla más o menos. Quisiera entrar, para ver por última vez los ambientes. Me han dicho que estaba cerrada, con cerrojo y candado, pero se ha abierto fácilmente, casi inmediatamente después que lo hube deseado.
            Tiene un techo altísimo, propio de las casa antiguas, a la izquierda van quinto y sexto, cuarto iba en una amplia división de la sala, hecha con triplay. Primero y tercero estaban a la derecha si mal no recuerdo, y las dos secciones de segundo iban al fondo, mi sección estaba en lo que fue un patio y daba a una escalera que conducía al segundo piso, que era una amplia explanada, donde a veces se hacía educación física o se formaba, ya que otras veces nos mandaban a la calle frente al cole. Queda una carpeta en lo que era mi salón, todavía está la pizarra como parte de la pared. Me siento como si estuviera en clases.

-       ¡Niños, traigan sus cuadernos para revisarlos!
-       ¡Los que faltan, apúrense!
Y es que a veces se terminaba de hacer la tarea en el colegio.
-       ¡Carlitos!, ¿No te he dicho que no dibujes en tu cuaderno?
-       ¡Señorita! Permiso para ir al baño
-       ¡Yo también!
-       ¡Uno por uno!
-       ¿Quieres dibujar?
-       ¿Ah?
-       ¿Ya te olvidaste?
Volteo para ver y ahí está en la carpeta de al lado.
-       ¿No quieres dibujar?

            En verdad no atino qué responderle, le veo bien, está con el uniforme ya descompuesto, y eso que es lunes. ¿Lunes? No recuerdo en que día estamos.

-       ¡Hola, qué tal tus vacaciones! Te esperé para jugar pero no apareciste. Seguro que viajaste. La Isabel dice que se fue a Abancay con toda su familia. ¿Dónde fuiste tú?

            Cuando me doy cuenta yo también llevo el uniforme gris y camisa blanca, con la insignia reluciente en el pecho. A estas insignias les llaman de acrílico, no son como las otras, que más parecían papel forrado con algún plástico.

-       ¿Vas en la tarde a mi casa para jugar?
-       Quiero ir a la pampa, hace tiempo que no juego pelota, vamos – respondo
-       Ya – me dice.

            Sin embargo veo un rastro de pena en su mirada, quisiera irme corriendo por los pasadizos, pero todavía no es la salida o recreo. Sino saldríamos jugando con nuestras mochilas a la espalda. La maestra hace un uso desmesurado de sus lapiceros. No se da cuenta que estoy casi llorando. Le pido permiso para el baño, al llegar me lavo la cara y me veo en el espejo. Ya no sé quién soy ni que puedo hacer con estos cabellos que apuntan en todas las direcciones. 


Del libro inédito: Cuando se vaya la luna

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